En los niños pequeños puede haber trastornos del sueño, conductas regresivas (hacerse pipí en la noches, actuar como bebés), retraimiento social (no querer ir a los cumpleaños del curso, invitar amigos, salir a casas de amigos), rebelión constante, agresividad, dolores abdominales, etc.
En los preadolescentes y adolescentes pueden aparecer además conductas agresivas en el hogar y hacia los compañeros, también conductas de autoagresión (hacerse daño a sí mismos), trastornos de alimentación, etc.
En ocasiones los padres no saben distinguir bien entre malos tratos y bullying. Es importante reconocer las diferencias, porque si bien ambos son tipos de agresión que afectan los aprendizajes y desarrollo de nuestros hijos, tienen características diferentes que requieren abordarlos de distinta manera.
El bullying o matonaje, es cuando una situación de agresión o maltrato se hace habitual, persistente en el tiempo, y en general permanece oculta frente a los adultos. Tiende a ser asimétrico, es decir el que acosa tiene más poder que la víctima y ésta no logra defenderse (es más fuerte, grande o popular que la víctima).
El bullying puede ser verbal (insultos, humillaciones o amenazas), físico (golpes, zancadillas, pinchazos, patadas, o bien hurtos o estropeo de los objetos propiedad de la víctima), psicológico (acecho, gestos de asco, desprecio), o social (exclusión del grupo, difusión de rumores y calumnias contra la víctima).